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El negocio de la contemplación

El negocio de la contemplación

Cuando el encanto, y nunca mejor dicho, de un país es su mayor baza productiva. Habrá que mantenerlo vistoso y bonito. Hablar de sistema productivo es entender el potencial y canalizarlo en su esencia pura. La función de un comercial, que es el intermediario, hoy lamentablemente obligado, entre el producto y el consumidor, éste se concentra en vender el mayor número de sus existencias. En nuestro caso, el de España, con una de las mayores proporciones productivas dedicadas al mercado del ocio y de la contemplación, ganamos en proporción al número de clientes, y no al número de elementos vendidos. Nuestro escaparate ha de ser todo lo amplio que se pueda, pues han de caber todos los posibles con la satisfacción igualada. Esto nos demuestra que la capacidad de recuperación productiva de un país como el nuestro reside en la capacidad de hacer de cada solar y construcción asolada o sin terminar, un parque, un paisaje con medios para atraversarlo y mostrarlo, una  playa limpia y virgen. De cada loma desertificada un vergel en la medida de sus posibilidades. Y atraer por lo que hay, sol y tranquilidad, fiesta y naturaleza... Si fiesta tenemos para lo que se puede asimilar, habrá que asimilar primero más demanda para ofrecer más fiesta, y si alojamiento está en proporción de lo que viene atraído, habrá que  atraer más para poderse plantear hacer más alojamiento, y si atraer es por sol, que más no podemos tener, naturaleza, que tenemos descuidada, gastronomía, cultura y tranquilidad, a explotar barbechos, a cuidar costas y si cabe ríos y montes, a hacer agua y más habrá, más cabrá que vengan más, sólo falta que lo pidan por sentirse atraídos...

Un comercial de cultura

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